8 noviembre 2024
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Lenguajes Arquetípicos del Cosmos

Lenguajes Arquetípicos del Cosmos

El Universo está hecho de energía. Todo, desde el átomo microscópico hasta el Sol abrasador más lejano, está contenido en una Unidad, la energía primaria o luz de todo lo que es. No podemos experimentar directamente ni comprender plenamente la naturaleza de esta Unidad. Su naturaleza es trascendente y, por tanto, está fuera del alcance de la mente humana ordinaria. Sólo podemos inferir algo sobre la Unidad observando las pautas y dinámicas cósmicas que se manifiestan en nuestra experiencia del Universo: reflejos brillantes y misteriosos de un ser cuyo cuerpo completo no podemos ver. A estos patrones podemos llamarlos Arquetipos o lenguajes cósmicos. Representan los modos esenciales de la Luz Única. Veamos los Lenguajes Arquetípicos del Cosmos.

Hablar lo inefable

Estos lenguajes fundamentales nos proporcionan una forma de acercarnos a la realidad espiritual última que escapa a nuestra comprensión, en primer lugar separando la Unidad en hilos individuales de energía, cada uno con su propio carácter y tendencias en movimiento; y en segundo lugar, identificando cada uno con un símbolo, que proporciona un canal de enfoque para la mente humana. Esta separación en la identificación proporciona una puerta accesible a través de la cual la mente humana puede encontrar la Luz inefable e inaccesible.

Ejemplos de estos lenguajes arquetípicos del Cosmos son la Astrología, la Numerología, los Arcanos Mayores del Tarot, los Elementos, los Colores, los Sonidos, los panteones de Dioses, arcángeles o deidades, y los Sephiroth.

Las fuerzas espirituales a las que apuntan estos conjuntos de símbolos no son meras formas o cualidades estáticas, sino realmente las fuentes de la actividad. El fundamento del ser de cualquier cosa es una esencia espiritual animadora que hace que sea lo que es.

Por ejemplo, en la raíz de la forma física de la reacción química que conocemos como «fuego» está la esencia vibratoria elemental, el FUEGO, un modo de energía que precede y da origen al fenómeno físico, sin el cual no existiría. Pero esta esencia no sólo está relacionada con este proceso material concreto de calor y combustión, sino que existen muchas formas en la naturaleza que expresan esta frecuencia primaria.

Hay manifestaciones de la esencia espiritual, el FUEGO, en el reino vegetal y en el zodíaco celeste; hay colores y sonidos que son los rasgos manifestados de esta frecuencia; y esta frecuencia también corresponde en la psicología esotérica a todo un modo de conciencia y dominio de experiencia vital.

El Reino está en ti

Puesto que la naturaleza de nuestro Universo es la Unidad, las leyes por las que está organizado reaparecen en cada punto de su interior. De este modo, si los lenguajes arquetípicos del cosmos señalan la forma, la estructura y el ritmo del Macrocosmos -el todo del que todos somos parte-, también indican nuestra propia forma, estructura y ritmo, ya que cada uno de nosotros somos una recapitulación o manifestación del todo.

De este modo, no sólo estás hecho «a imagen»de Dios, sino que eres Dios. Eres un Cosmos vivo, que respira, camina y habla, una idea encarnada de la mente Universal. Como tal, encarnas la esencia de la totalidad de la mente que te engendró. Eres una expresión de los principios, patrones y energías que operan en los niveles más elevados del cosmos.

Así pues, los lenguajes de las esencias proporcionan marcos, no sólo para comprender las fuerzas y principios vivos que actúan en todo el Universo, sino también los que actúan en nuestro interior. El conocimiento que obtenemos del estudio de los lenguajes primarios de las esencias es doble, pues funciona como un espejo bidireccional. Al contemplar los patrones ordenados del Cosmos, comprendemos los patrones ordenados en nosotros mismos; y al mismo tiempo, al observar los patrones en nosotros mismos, comprendemos más sobre el orden del Universo.

Uno en muchos, muchos en uno

La Unidad de todo lo que es puede dividirse de muchas maneras, y cada conjunto de divisiones describe una dimensión diferente de la totalidad. Hay ciertos números de especial significado espiritual que se repiten en un amplio abanico de culturas y tradiciones, y las lenguas suelen dividirse así. Estos números son 2, 3, 4, 7, 10 y 12.

La división fundamental es en dos: lo que en Oriente se llama Yin y Yang, Creativo y Receptivo, Ida y Pingala, o masculino y femenino.

Otra división primaria es en tres, como vemos en la trinidad cristiana de Padre, Hijo y Espíritu Santo, o en el esoterismo como Subconsciencia, Autoconsciencia y Supraconsciencia, que corresponden a los tres colores primarios Azul, Rojo y Amarillo.

Hay cuatro direcciones, cuatro elementos y cuatro estaciones. Hay siete chakras, siete tonos en la escala, siete días en la semana, siete arcángeles y siete luminarias de la astrología clásica.

En la astrología moderna, contamos diez planetas, y hay diez Sephiroth en el Árbol de la Vida, y diez etapas en el desarrollo espiritual. Hay doce meses en un año y doce deidades en el panteón griego, siendo doce la interacción de los números tres y cuatro.

¿Qué más?

Cada componente individual dentro de estos conjuntos representa, no una entidad estática, sino un modo de funcionamiento, una forma de ser, un estado de cambio o tendencia en movimiento. Por tanto, sus manifestaciones son innumerables, ya que puede aparecer en todas y cada una de las esferas de la actividad vital. Una esencia espiritual puede revelarse como una determinada flor en el reino vegetal, un determinado color o sonido en forma de frecuencia, un determinado número, símbolo, gesto o deidad en una ceremonia, o un determinado modo de conciencia, percepción o relación en una situación dada. Todos hemos sentido la posesión de uno de estos lenguajes arquetípicos del Cosmos, como si nos vistiera como una prenda algún agente primordial que actúa a través de nosotros.

La correlación entre sonido, color y olor no es meramente simbólica, sino real. Los inciensos que se queman en una ceremonia no son meramente «agradables» a la deidad invocada, sino que son en realidad expresiones de su misma esencia. Así, vemos que existen «familias» energéticas cuyos miembros comparten una esencia, origen o frecuencia comunes, aunque residan en reinos biológicos o estados del ser diferentes. A esta relación la llamamos de vibración simpática o resonancia.

Este principio de vibración simpática es la clave de todo trabajo mágico y estudio esotérico. Dentro de todo el sistema del Macrocosmos, reside, un todo menor o Microcosmos, cuyas estructuras, patrones y funciones se corresponden completamente con los del todo mayor. Por lo tanto, prácticas sencillas como meditar sobre un color o tararear un sonido tienen consecuencias de gran alcance, pues pensar en los lenguajes o modos de la energía primaria es dominar esa Unidad de la que formas parte y de la que eres una expresión completa.