6 noviembre 2024
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El vínculo entre el sistema nervioso y el cuerpo energético

El vínculo entre el sistema nervioso y el cuerpo energético

Tu sistema nervioso tiene dos aspectos: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. El sistema nervioso simpático se correlaciona con la mitad activa de la personalidad.
Es responsable de la respuesta de lucha o huida, y se activa cuando nos movilizamos para la acción.
Es nuestra facultad de ponernos en marcha, nuestra capacidad de comprometernos activamente con lo que hacemos y de crear efectos en el mundo mediante la actividad consciente.
Si este sistema está sano, nos sentimos vitales, enérgicos y motivados.
Nuestras reacciones son rápidas, nuestra atención es aguda e interactuamos directa y eficazmente con nuestro entorno.
Si tu sistema nervioso simpático se vuelve excesivamente dominante, puedes experimentar síntomas relacionados con el exceso de actividad, como insomnio, irritabilidad, sobreestimulación, dificultad para mantener la atención, problemas digestivos o ataques de pánico. El sistema nervioso parasimpático se correlaciona con la mitad receptiva de la personalidad.
Es responsable de las funciones de reposo y digestión, incluido el ciclo sueño/vigilia y el procesamiento pasivo de los alimentos.
El sistema parasimpático se asocia con nuestra capacidad para calmarnos y descansar.
Si este sistema está sano, somos capaces de
«baja» tras periodos de gran actividad con relativa rapidez y somos resistentes al estrés; cuando desaparece la amenaza o el estímulo, nos relajamos de forma natural y volvemos a un modo más fácil y tranquilo.
Somos capaces de
«suelta,» y nuestro sueño y digestión son constantes y regulares. Si tienes un sistema nervioso parasimpático hiperactivo, puedes experimentar letargo, fatiga crónica, pereza, depresión o falta de motivación.

Sabiduría antigua

Aunque la comprensión científica del sistema nervioso es relativamente nueva, los antiguos conocían bien dos aspectos del sistema energético como base de una salud equilibrada.
La filosofía hindú postula la existencia de dos corrientes polares que fluyen por el cuerpo como energías psíquicas en vías paralelas a la columna vertebral a nivel interno.
Estas vías, o nadis, se denominan sushumna, que discurre por el centro de la columna vertebral, e Idá y Pingalá, que lo rodean en espiral. Pingala, la corriente solar, es centrífuga, tiende hacia la conciencia consciente y el conocimiento objetivo, y la diferenciación de la discriminación intelectual. Ida, la fuerza lunar, es centrípeta, subconsciente, indiferenciada, regeneradora, tendente a la reunificación de todo lo separado por el intelecto.
En esta doctrina, Kundalini (la diosa del fuego serpentino) es la fuerza vital básica que anima un sistema energético.
Esta fuerza desciende al hombre a través del cordón umbilical en el ombligo y luego, una vez cortado el cordón umbilical, se enrosca en el centro sacro, donde descansa sobre el hueso triangular del extremo del sacro.
Cuando se despierta, este poder cósmico asciende por los tres canales de energía: el canal solar, el canal lunar y la columna intermedia entre ambos.
Este mapa energético idéntico se atestigua en el símbolo del caduceo de Hermes: dos serpientes enroscadas alrededor de un bastón central.
A día de hoy, el símbolo del caduceo puede verse a menudo en ambulancias, hospitales y otras infraestructuras médicas, pues es el fundamento del sistema energético humano.
De este modo, encontramos una confluencia de pensamiento entre los científicos exotéricos modernos y los antiguos filósofos esotéricos.
Las filosofías espirituales sobre la anatomía metafísica son miles de años anteriores a la ciencia moderna, y sin embargo se corresponden con lo que entendemos sobre el sistema nervioso autónomo.
El principio solar corresponde al sistema nervioso simpático, y el principio lunar corresponde al sistema nervioso parasimpático.

Regular el Sistema Nervioso es Equilibrar el Aura

Esta similitud se evidencia especialmente en la Teoría Polivagal, el estudio del tono del nervio vago.
El vago es un nervio craneal, que se origina en el tronco encefálico y viaja por la cara, el cuello, los pulmones, el corazón, el diafragma y el abdomen, incluyendo el estómago, el bazo, los intestinos, el colon, el hígado y los riñones.
El nervio vago forma parte del sistema nervioso autónomo, el sistema de control inconsciente del cuerpo que ayuda a regular nuestros órganos internos para optimizar la salud, el crecimiento y la restauración.
El nervio vago reside en la rama parasimpática del sistema nervioso, lo que significa que tiene un gran efecto sobre nuestro descanso, recuperación y digestión.
Cuando tenemos un nervio vago «tonificado», nuestra capacidad para descansar, recuperarnos y restablecernos es fuerte.
Somos capaces de mantener la calma, o calmarnos rápidamente, y nuestras reacciones ante posibles riesgos o amenazas son proporcionadas y a corto plazo.
Un nervio vago disfuncional puede significar que el sistema nervioso está hiperactivo y en modo permanente de «lucha o huida».
Esto significa que la mente nunca se calma, recupera o restablece por completo, incluso cuando se eliminan del entorno los factores estresantes o las amenazas potenciales.
Esto puede provocar irritabilidad, impulsividad, temblores, insomnio, distorsión del juicio y todos los demás síntomas de un sistema nervioso agitado.
Esotéricamente, esto se traduciría en un desequilibrio del principio femenino o lunar del cuerpo.
La energía predomina en la corriente Pingala y falta en la corriente Ida.
Curiosamente, tanto los esoteristas como los científicos llegan a la misma conclusión sobre cómo remediar tal desequilibrio: la meditación.
Al igual que los antiguos yoguis y monjes observaron los efectos de la meditación sobre la columna central, los científicos modernos también han observado los efectos de la meditación sobre el nervio vago, ¡que viaja desde los genitales a través del corazón, la garganta y hasta el centro del cerebro!
Cuando se estimula el nervio vago, disminuye la frecuencia cardiaca, activando las funciones de «reposo y digestión» del cuerpo y produciendo una sensación de calma.

La meditación estimula el nervio vago de varias maneras.
Dado que el nervio vago se desplaza por la garganta, puede estimularse mediante el canto.
Los científicos han observado que las prácticas de meditación que implican entonar sonidos como «Om» ralentizan la frecuencia cardiaca, y esto se debe a la actividad de las cuerdas vocales sobre el nervio vago.
El nervio vago también puede estimularse mediante la respiración abdominal profunda, al moverse a través del diafragma.
Puedes darte cuenta de que las personas ansiosas inhalan prácticamente en cada frase o en cada palabra, o retienen inconscientemente la respiración.
Del mismo modo, cuando tienes miedo, jadeas.
Inhalar y retener la respiración activan el sistema simpático y desencadenan una respuesta de pánico de lucha o huida.
Por el contrario, las exhalaciones prolongadas activan el sistema parasimpático y el nervio vago, que ralentizan el ritmo cardíaco y calman el cuerpo.
Las prácticas de meditación que incorporan la respiración no sólo fomentan la sensación de calma en ese momento, sino que tonifican el nervio vago para que estemos más tranquilos más tiempo.
Cada respuesta emocional o física que tenemos produce una respuesta química en todo el cuerpo.
Al modular tu fisiología mediante prácticas de meditación como la respiración o el canto, puedes adquirir autoridad sobre tus propios procesos neuroquímicos o, dicho de otro modo, puedes dominar tu propia aura.