28 septiembre 2024
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¿Cómo elaborar un ritual?

¿Cómo elaborar un ritual?

Sea cual sea la forma exterior o la tradición cultural, el objetivo de cualquier ritual es aumentar la potencia del individuo. Debemos tener presente este principio siempre que diseñemos o elaboremos un nuevo ritual.

El objetivo no es facilitar el doblegamiento de la naturaleza a nuestra voluntad, ni la transformación del mundo exterior en una nueva forma. Tampoco es nuestro objetivo primordial ser lo más atractivos posible para la entidad o deidad a la que invocamos. Si pusiéramos una grabación de un ritual sobre el altar de una habitación vacía, aunque fuera espectacularmente elaborado, asombrosamente bello y escrupulosamente fiel en sus detalles, no tendría ningún efecto mágico ni espiritual.

El lado mental de la naturaleza

La finalidad de un ritual es elevar la conciencia de sus participantes, y sólo en esta elevación de la conciencia encuentra un ritual su poder. Nuestro objetivo al elaborar un ritual es la exaltación especializada de la conciencia de los individuos implicados.

Las reglas que rigen el diseño de un ritual, por tanto, son las reglas que rigen el mantenimiento de la atención. Un ritual funciona apelando al instinto y al inconsciente, por un lado, invocando un determinado estado emocional y, por otro, manteniendo la atención de forma constante sobre un punto de enfoque. Esto eleva la potencia del individuo, elevando la conciencia a estados superiores.

Cuando la potencia de un individuo se ha elevado de forma específica y especializada, es posible entrar en contacto con un aspecto especializado correspondiente de la naturaleza, con el que se pueden hacer cosas muy notables.

Por ejemplo, si nuestro objetivo es invocar una energía planetaria como la de Marte, tratamos de elevar la conciencia en la dirección especializada de Marte para poder establecer entonces contacto con esta corriente de energía celeste. Una vez establecido este punto de contacto, podemos dirigir esta energía para que trabaje en nuestro favor en la consecución de nuestros deseos.

La finalidad de un ritual no es suplicar a Marte para complacer a la deidad planetaria y ganarse su favor, ni conseguir el control de la energía Marcial para poder aprovecharla y dirigirla. La función del ritual es trabajar sobre el Yo, alineándose con la corriente de energía Marcial que siempre está presente. No hay nada en el mundo exterior que pretendamos cambiar o manipular; es a nosotros mismos a quienes esculpimos mediante el ritual.

Esto es cierto independientemente de la cultura, religión, tradición o escuela ritual en la que se trabaje. Las formas rituales no pretenden ser una disciplina para entrenar el alma, ni siquiera un medio para complacer a Dios. Están concebidas para permitir que la luz de las fuerzas espirituales se concentre en la conciencia. El objetivo de un ritual es hacer uso de las facultades poco comprendidas de los reinos de la mente, y acceder así al «lado mental» de la Naturaleza.

La psicología del ritual

Comprender así la psicología del ritual es el antídoto contra la superstición vacía y la charlatanería, así como contra el cinismo o el escepticismo excesivos. Podemos juzgar la legitimidad de cualquier ritual, no por su elaborada parafernalia o sus impresionantes exhibiciones, sino por el efecto que produce en nuestro corazón y nuestra mente.

Cualquier forma o símbolo empleado en un ritual es un canal para un foco. El signo exterior y visible, ya sea una copa o una cruz, un bastón o una varita, una bola de cristal o una pluma, no es más que un punto de enfoque de la atención que permite al devoto entrar en contacto psíquico con la fuerza espiritual que es la vida animadora de ese símbolo.

En otras palabras, no es sólo la sustancia material de un sacramento el canal físico de una fuerza, sino también la imagen vívida y subjetiva creada en la imaginación del devoto por su uso ritual.

Esta explicación del aspecto psicológico del poder sobrenatural no desvirtúa en absoluto su aspecto divino. No afirmamos que la realidad espiritual no exista independientemente de nuestras mentes o de nuestra creencia en ella; simplemente reconocemos la forma en que las fuerzas espirituales

operan en el plano de la mente.

Los poderes divinos son inefables e incomprensibles para la conciencia humana. Para poder trabajar con ellos en absoluto, este poder debe encarnarse en formas o ideas concretas. Los sacramentos, los utensilios rituales, los símbolos e incluso los vestidos encarnan fuerzas y verdades espirituales primordiales que son demasiado abstractas para que las comprendamos, pero con las que podemos comulgar de algún modo emocional o etéricamente. Mediante el simbolismo pictórico, la mente es capaz de contemplar lo que nunca podría articular o concebir.

A través de esta contemplación, nos vinculamos con una potencia espiritual que realiza el trabajo en nuestro nombre. Vinculada a través del pensamiento, esta potencia espiritual puede verterse en el alma y realizar su obra divina. Cualquier acción ceremonial física que realicemos no es más que la sombra danzante del poder que está trabajando en los planos etéricos.

Inflama el corazón con la oración

Está bien documentado que el tratamiento médico funciona mejor cuando el paciente cree en el médico y el médico cree en su enfoque. El mismo principio se aplica al ritual: las oraciones vacías y sin sentimiento no hacen nada, pero la ofrenda más humilde de un corazón auténtico inflamado de espíritu puede mover montañas.

Esto no quiere decir que podamos inventarnos nuestras propias reglas para los rituales según nos parezca. Las leyes de la correspondencia natural dictan los materiales apropiados que deben utilizarse en cualquier ritual, y el desprecio de estas leyes sólo priva de una fuerza que de otro modo podría aprovecharse.

Cada deidad o energía celestial está asociada a colores, plantas, inciensos, sonidos, símbolos y otras cualidades etéricas. Estos tonos vibratorios no son meramente «agradables» a la fuerza arquetípica que se invoca, sino que son en realidad manifestaciones o expresiones de ella.

Nuestro objetivo en el ritual es inundar la conciencia con manifestaciones de una energía, de modo que la totalidad de la psique se centre en este arquetipo. Dondequiera que uno mire, sólo debe ver expresiones simbólicas de este arquetipo en color, imagen, vestido y textura. El aroma asociado a esta energía entra flotando por la nariz, mientras que la música rítmica hace que nuestro corazón lata al ritmo de su espíritu.

Los diversos estímulos de un ritual sirven para que la conciencia se centre en un solo punto, en un estado emocional exaltado, y así accedemos a la matriz etérica y ejercemos nuestra voluntad sobre los factores causales de la creación.