23 diciembre 2024
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El Yo Inferior y el Yo Superior en la Carta Natal

El Yo Inferior y el Yo Superior en la Carta Natal

La concepción esotérica del ser humano consta de dos aspectos diferenciados: un Yo Superior y un Yo Inferior.

El Yo Superior es inmortal y eterno. Es la unidad de la evolución, no está sujeto ni al nacimiento ni a la muerte, sino que crece, se desarrolla y se expande continuamente junto a la evolución del propio Universo.

El Yo Inferior es mortal y temporal. Es lo que podríamos llamar la Personalidad (a diferencia de la Individualidad del Yo Superior). Es el «tú» que conoces en esta realidad actual de tiempo y espacio.

El Yo Inferior se construye sobre la base del Yo Superior en cada encarnación, comenzando con el rudimento de la conciencia al nacer y desintegrándose al morir. El Yo Inferior es el vehículo conducido por el Yo Superior durante la breve duración de una encarnación. Tras la muerte, la esencia abstracta del Yo Inferior es absorbida por el Yo Superior, impulsando la evolución de la Individualidad.

La Individualidad elige las condiciones de la Personalidad basándose en los éxitos y fracasos de su encarnación más reciente, o en sus deseos de vivir determinadas experiencias. Aunque a ti, conscientemente, te desagraden ciertos aspectos de tu cuerpo físico, familia de origen, educación cultural, entorno físico o cualquier otra circunstancia en la que naciste, tu Yo Superior los eligió a propósito por la valiosa oportunidad de crecimiento que presentaban. Al Yo Superior no le importa evitar la incomodidad o el dolor si ello inspirará al individuo a evolucionar a lo largo de la trayectoria de crecimiento deseada. Después de todo, una vida es muy breve si se considera en el contexto de la eternidad.

La Carta Natal Astrológica

El Yo Superior elige no sólo las circunstancias físicas de la encarnación, sino también la carta natal del individuo, es decir, el temperamento y el destino del ser humano. El Yo Superior elige encarnarse en un momento determinado para que la personalidad se moldee según determinadas influencias celestiales.

El Yo Superior es la chispa de esencia vital pura en torno a la cual se organiza la personalidad temporal. El Yo Superior es para el Yo Inferior lo que el grano de arena es para la perla. Sin embargo, el Yo Superior puede elegir impedimentos innatos a su propia autoexpresión encarnándose con una carta astral desarmónica, como una especie de experimento deliberado. Al fin y al cabo, lo que no te mata sólo te hace más fuerte, y nada puede matar al Yo Superior. Del mismo modo que utilizamos pesadas mancuernas para hacernos más fuertes, el Yo Superior puede asumir un reto difícil para evolucionar en una dirección determinada o a un ritmo más rápido.

Podemos ser testigos de la esencia del Yo Superior en la naturaleza espiritual y los modos de pensar más elevados de cualquier individuo. Esto, en lenguaje común, es lo que sentimos cuando «vemos lo mejor de alguien» o intuimos su potencial más elevado.

El Yo Inferior, por su parte, está formado por la mente concreta que se construye a partir de las experiencias sensoriales en cada encarnación, así como por la naturaleza emocional, la naturaleza instintiva, el sentido estético y el propio cuerpo físico.

Todos estos tipos de conciencia se sintetizan en un todo del ser humano, como un acorde musical que al oído inexperto le parece un solo sonido, pero que el oído del músico entrenado puede analizar en sus partes componentes. La astrología nos ofrece una ventana de análisis a través de la cual podemos discernir los distintos niveles de conciencia que pertenecen al Yo Superior y al Yo Inferior, y la armonía o desarmonía que existe entre ellos.

El Sol

El Sol es el cuerpo astrológico con el que más comúnmente se identifica, ya que la astrología de los Signos Solares es la forma de astrología más conocida. Así pues, podríamos creer que el Sol indica el Yo Inferior, ya que se supone que indica las cualidades más reconocibles y aparentes de la personalidad.

Sin embargo, cualquier astrólogo te dirá que, con frecuencia, el Sol no se expresa hasta más adelante en la vida, ya que necesita «descubrirse» e integrarse en la personalidad. Muchas personas tienen que crecer dentro de su signo solar, a medida que prueban cosas diferentes y descubren «quiénes son realmente». Por esta razón, el Sol es el símbolo por excelencia del Yo Superior.

El fenómeno del autodescubrimiento indica la realidad fundamental del Yo Superior. Tiene una esencia claramente definida; representa una sintonización fundamental de la conciencia que debemos honrar y a la que debemos someternos, en lugar de un aspecto que podemos moldear y modelar según nuestra voluntad.

Muchos de nosotros aprendemos que tenemos una naturaleza que va mucho más allá de nuestra voluntad o intención consciente cuando perseguimos una carrera, un curso de educación o una relación que creemos desear profundamente, sólo para descubrir que no nos satisface en absoluto.

Los planetas interiores

Al principio de la vida, sobre todo en la infancia, es más probable que uno exprese las cualidades del signo de la Luna que las del Sol. La Luna, junto con los otros planetas interiores de Marte, Venus y Mercurio, representa los factores personales básicos, es decir, el Yo Inferior.

Estos planetas, que orbitan más cerca de la Tierra, representan los factores personales que se sienten «más cerca de casa», es decir, los que se sienten y reconocen fácilmente de forma consciente. Incluyen nuestra forma de expresar, reaccionar espontáneamente y establecer seguridad (Luna); nuestro estilo de razonamiento, cognición, percepción e intercambio de información con los demás (Mercurio); nuestra necesidad y capacidad de amor y relaciones estrechas (Venus); y nuestro impulso hacia la autoafirmación en la acción y la experiencia sexual (Marte).

Los planetas exteriores

Saliendo de la órbita cercana de los planetas interiores, que representan los factores personales básicos, encontramos a Júpiter y Saturno, que simbolizan factores motivacionales más profundos del Yo Superior.

Júpiter representa las necesidades Superconscientes -nuestras creencias, aspiraciones, sentido de la aventura e impulso hacia la expansión-, mientras que Saturno representa las necesidades Subconscientes -nuestra necesidad y capacidad de estabilidad, estructura, disciplina, y nuestros miedos, inhibiciones, vergüenza y culpa-.

El Yo Superior hace un gran uso de Júpiter y Saturno, siendo este último el que crea problemas, contratiempos e incluso desastres que catalizan el crecimiento, la superación personal, el desarrollo personal y las soluciones creativas, y siendo el primero la resistencia y el optimismo que impulsan a uno a través de esas dificultades hacia pastos más verdes.

Los planetas más exteriores se refieren a los factores transpersonales y a las energías transformadoras dentro de la vida de cada uno de nosotros. Estos planetas están totalmente más allá del control consciente, igual que los planetas reales están notablemente más allá de la Tierra.

Urano, Neptuno y Plutón simbolizan las fuentes más profundas de cambio en la vida (incluidos el nacimiento, la muerte y el renacimiento). Estos planetas son los significadores de las dimensiones trascendentes de la experiencia, que sacuden y transforman radicalmente las pautas anticuadas de la vida cuando se activan.

La colocación de los planetas exteriores en la carta natal nos dice mucho sobre cómo el Yo Superior se traduce en el ser a través del Yo Inferior. Los aspectos armoniosos con los planetas exteriores significan que el individuo tiene un canal de acceso más abierto a las dimensiones superiores de su propia naturaleza. Esto puede manifestarse como frecuentes destellos de inspiración, epifanía o perspicacia, o una conexión mística de corazón abierto con la vida que hace que las vicisitudes del cambio sean más navegables o, al menos, menos dolorosas. Una persona con aspectos duros o muy pocos con los planetas exteriores puede tener dificultades para conectar con las verdades espirituales o para cultivar un sentido del propósito o del destino.

Por supuesto, el factor determinante último de cualquier vida es el libre albedrío del individuo. A muchos escépticos de la astrología les disgusta porque parece prescribir un modo de vida o indicar la forma correcta en que uno debe ser. Sin embargo, en este dilema encontramos la gran paradoja de que al someterte voluntariamente a la esclavitud de un orden superior, contraintuitivamente, te liberas.