1 octubre 2024
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Magia y Yoga

Magia y Yoga

La personalidad recibe energía de dos fuentes: la energía espiritual atraída hacia ella a través de las realizaciones de la mente, y la energía elemental que fluye hacia ella a través del doble etérico.
La práctica del yoga actúa directamente sobre el doble etérico.
El yoga es una forma de acondicionamiento psicofísico en la que la mente dirige la corriente de energía elemental en el cuerpo etérico, desarrollando ese cuerpo del mismo modo que el atletismo desarrolla el cuerpo físico.
El doble etérico es tan receptivo al ejercicio y al régimen como su homólogo físico; el desarrollo y entrenamiento de este cuerpo no físico puede producir una gran extensión tanto de la conciencia como de la energía física.
Los resultados de este cultivo no son ni meramente físicos ni meramente psíquicos, sino que pueden conducir a una auténtica experiencia mística.
El entrenamiento del cuerpo etérico puede producir un aumento del psiquismo, una mayor intuición, poder de manifestación, carisma y magnetismo.
En resumen, el yoga nos hace mejores a la hora de producir cambios «mágicos» en el mundo que nos rodea, porque fortalece el cuerpo energético que efectúa los cambios en los planos no físicos.
El doble etérico es el vínculo entre la mente y la materia.

Órganos de la mente

Dentro del doble etérico o aura, encontramos centros energéticos que se correlacionan con distintos niveles de conciencia -reconocidos independientemente por los sistemas prácticos del Yoga oriental y de la Magia occidental-.
Se conocen comúnmente como chakras.
Cuando estos vehículos de conciencia están en perfecta correlación en un individuo, una corriente de energía puede fluir a través de él desde el manantial espiritual de Todo-Lo-Que-Es, a través de la mente como inspiración, intuición y visión, hasta el corazón como Voluntad, para traducirse finalmente en manifestación en el mundo físico.
Éste es el proceso por el que cualquier cosa llega a la existencia, por lo que el acondicionamiento del cuerpo etérico es de extraordinaria utilidad.
Un aura fuerte nos hace más receptivos a las insinuaciones de lo divino; estamos más «inspirados» y tenemos un fuerte sentido sobre el camino que debemos seguir hacia el éxito.
Nos hace estar más en sintonía con los corazones y las mentes de otras personas, facilitando una comunicación más fluida y alianzas más sólidas.
Entonces podremos prestarnos un mayor servicio a nosotros mismos, a los demás y al planeta.
Si los vehículos de la conciencia están correlacionados, cuando se revele el conocimiento superior, uno puede actuar como enlace entre lo que está arriba y sus semejantes, que aún pueden estar en un peldaño inferior de la gran escalera.
Es útil pensar en estos vehículos como algo separado de uno mismo, como herramientas que podemos utilizar para llevar a cabo nuestro trabajo.
La dirección de la energía vital a través de estos centros debe pasar del dominio de los deseos al de la voluntad.
Hasta que esto no se haga, nuestros centros permanecerán desequilibrados y desincronizados entre sí.
Sin afilar la herramienta de cada centro, nuestra energía se derrama al azar y de forma aleatoria según cualquier estímulo externo con el que nos encontremos.
Nuestro objetivo debe ser controlar esta fuerza vital para poder dirigirla deliberadamente desde nuestro interior.

Un Todo Unificado

El cuerpo, en correlación con el centro más inferior, el chakra Raíz, debe transformarse de tirano imperioso en devoto servidor que ya no tiene poder para hacer que sus deseos sean primordiales.
A este fin se dirige gran parte del ascetismo extremo de los métodos del yoga.
La mayoría de nosotros no pasaremos doce horas diarias en meditación, ni emprenderemos regímenes de ayuno extremo.
Sin embargo, es de vital importancia que adquiramos cierto dominio sobre el cuerpo y sus turbulentos torrentes de deseo, ansia y reactividad.
El cuerpo debe ser como un caballo de confianza con riendas, que responda fácilmente a nuestra dirección; no queremos que nos arrolle un semental salvaje en el momento equivocado.
Se ha demostrado que el trabajo yóguico de la respiración otorga al yogui el poder sobre procesos que durante mucho tiempo se han considerado autonómicos y fuera de nuestro dominio de control, como la digestión, los latidos del corazón y los sistemas nerviosos simpático/parasimpático.
La práctica diaria del yoga, la meditación o el trabajo con la respiración le dan a uno el poder de hackear su propia neurofisiología para evitar caer presa de situaciones estresantes mediante reacciones autonómicas de pánico.
Un mago, o un creador deliberado, debe ser capaz de hacer valer su voluntad en cualquier situación, y no debería tener que luchar contra todo su organismo físico para hacerlo.
Simples protocolos de disciplina como la restricción calórica, abstenerse de la tecnología o limitar el consumo de intoxicantes ayudan a reforzar el control sobre el cuerpo, facilitando esta tarea en los momentos en que realmente cuenta.

Del mismo modo, las emociones y aspiraciones -que se correlacionan con los Chakras Sacro y del Plexo Solar- deben fluir libremente, sin conflictos ni distorsiones.
Somos menos receptivos a las insinuaciones de la energía espiritual si no podemos acallar la cacofonía de voces internas resentidas, amargadas, ansiosas, apenadas, temerosas o celosas.
Las emociones deben procesarse y comunicarse con claridad para que no permanezcamos en su cautiverio.
Del mismo modo, uno debe honrar sus preferencias y deseos en la vida, afirmándose sana y productivamente en su entorno.
Si la verdad personal del yo se deja sin expresar, la energía se bloqueará en los chakras inferiores, impidiendo que recibamos percepciones a través de los chakras superiores, y que manifestemos estas percepciones en el mundo físico.
El yoga ayuda a desenterrar las emociones o apegos basados en el «ego» que residen en el doble etérico, ayudándonos a ser conscientes de aquello a lo que nos aferramos para poder soltarlo.
Quizá resulte contraintuitivo que los estados superiores de conciencia puedan ser controlados e inhibidos por los estados inferiores de conciencia, pero ésta es la verdad de nuestra realidad tridimensional.
Mientras la conciencia esté atrapada en los centros inferiores del «yo personal» en el plano físico, estará en suspenso en los planos superiores del yo transpersonal o Universal.
Si se desea pasar de lo inferior a lo superior, la iniciativa debe partir del yo personal; el yo transpersonal no se abrirá paso a la fuerza ni se entrometerá en vehículos de conciencia que no se le han abierto, por mucho que lo deseemos.
La intervención divina sólo puede entrar cuando la personalidad le abre el camino.