13 octubre 2024
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¿Qué es la sincronicidad?

¿Qué es la sincronicidad?

¿Qué es la sincronicidad? En los tiempos modernos, explicamos todos los fenómenos terrenales por el principio de causalidad. Atribuimos la existencia de una situación determinada al intercambio de factores que la precedieron.

Por ej. decir que la situación A se desarrolló a partir de la intersección de la situación B y la situación C. Sin embargo, los esoteristas tienen una comprensión diferente de la realidad.

A los que comprenden las leyes del Universo no les importa casi nada la causalidad, que, incluso el racionalista más estricto debe estar de acuerdo, no tiene nada parecido al impacto decisivo que corresponde al factor de la casualidad.

What Is Synchronicity?

When hearing the word Synchronicity, know that’s the conception of meaningful concurrence or indeed events that feel to be connected in a way that can not be explained by cause and effect. It’s a conception developed by Swiss psychiatrist Carl Jung and suggests that there’s a deepermore connected meaning to the events of our lives.

El principio de conexión A-causal

La causalidad es una fórmula teórica que guarda la misma relación con la realidad que el concepto abstracto de hexágono con un cristal. Podemos decir que los cristales son hexagonales, pero ninguno se parece al hexágono ideal, ni hay dos iguales.

Del mismo modo, aunque tengamos buenas razones para suponer que si realizamos una determinada acción, se producirá un determinado resultado, todos sabemos que muy a menudo no se produce un determinado resultado. Incluso podríamos decir que , normalmente, las cosas no resultan exactamente como podríamos predecir, debido a este elemento volátil del azar. La causalidad, por tanto, es ante todo un concepto reconfortante y orientador que sólo llega hasta cierto punto como herramienta de predicción.

El aspecto circunstancial de los acontecimientos, que un racionalista moderno atribuiría al azar, el esoterista lo atribuye a la sincronicidad. Los esoteristas no entienden el mundo en términos de causalidad, sino de correspondencia.

Desde esta perspectiva, la coincidencia de acontecimientos en el lugar y en el tiempo indica una resonancia vibratoria compartida por los elementos implicados, incluidos los estados subjetivos o psíquicos del observador u observadores. Cada elemento de la situación, hasta el detalle más aparentemente sin importancia, es un exponente de una determinada energía que convocó a todas las partes del momento a un lugar de encuentro, como los cuerpos y los reflejos se encuentran en un espejo.

De este modo, entendemos que la situación A ha evolucionado porque sus componentes B, C y D son de la misma cualidad. Todos son exponentes de una misma situación momentánea; cada elemento es un microcosmos, que manifiesta de algún modo las cualidades del macrocosmos de todo el momento, por lo que coinciden en el mismo lugar y al mismo tiempo.

Leer los patrones

De este modo, la adivinación es el estudio de la Ley de Correspondencias en la dimensión del tiempo. Mientras que la mente «racional» criba, sopesa, selecciona, clasifica y aísla cuidadosamente los elementos «importantes» o causales, el esoterista puede encontrar algún detalle aparentemente incidental más esclarecedor o central para el significado del acontecimiento global, aunque aparentemente no arroje ninguna luz sobre el acontecimiento desde el punto de vista de la causalidad.

La Ley de Correspondencias sostiene que todo acontecimiento físico es una manifestación física de acontecimientos que suceden en los planos más sutiles de la realidad. Los patrones de un ámbito de la existencia se corresponden con los acontecimientos observados en otros ámbitos, aunque no exista una forma «racional» o «científica» de relacionar o conectar ambas situaciones.

Esoterism

Muchas artes espirituales, como la adivinación, la astrología, la curación energética y la magia ceremonial, se basan en este principio de correspondencia o sincronicidad.

Los astrólogos, por ejemplo, consideran que el patrón del zodiaco en el momento del nacimiento corresponde al patrón de la mente de un individuo, del mismo modo que los acontecimientos del día corresponden a la actividad de los planetas en lo alto.

Para el gitano, el dibujo de las hojas de té en el fondo de una taza corresponde al resultado de una batalla, y para el tarotista, las cartas sobre la mesa indican las influencias activas en la vida amorosa del que pregunta.

Sin embargo, este principio se aplica no sólo en contextos «mágicos», sino en todos y cada uno de los contextos. Si se tira un puñado de cerillas al suelo, las cerillas forman el patrón característico de ese momento.

Una carta sacada a ciegas de la baraja o una moneda lanzada «al azar» aparecen de la forma en que necesariamente deben hacerlo, pues cada elemento de una situación es un fractal del todo.

Todo lo que sucede en un momento dado posee la cualidad peculiar de ese momento, como las partidas de vino cuyo sabor y aspecto, para el conocedor refinado, evidencian un determinado viñedo y un año concreto.

Un momento puede dejar una huella duradera, y la huella de un momento puede encontrarse en cualquier aspecto del momento que hizo que el momento fuera lo que fue, pues si estaba ahí, estaba ahí por alguna razón.

Ver para creer

Por extraño que esto pueda sonar a oídos modernos, no es tan diferente de las conclusiones a las que llegaron los físicos modernos en los famosos experimentos de partículas/ondas, que descubrieron que sus propias expectativas sobre el comportamiento de la luz alteraban el comportamiento de la luz.

El mundo no es puramente material, ni causal, sino decididamente psicofísico; no hay un mundo «objetivo» que exista solo en el vacío, a priori, por sí mismo. La existencia de lo que llamamos «mundo» depende por completo de nuestra capacidad de tomar conciencia de él.

Cualquier intento de separar la mente de la materia lleva a la conclusión inevitable de que la realidad se comporta mucho más como una mente que como la materia.

La comprensión de este principio de sincronicidad nos da un margen mucho más amplio de control sobre nuestro destino, si somos capaces de abrirnos a esta forma peculiarmente no lineal de operar.

¿Y si, en lugar de tener que trazar secuencias causales de acción y reacción que, perfectamente ejecutadas, condujeran hipotéticamente a la meta deseada, uno pudiera centrar su atención en una cualidad esencial que resonara con esta meta, y permitir que una serie de coincidencias tamizaran el sueño de potenciales circunstanciales hacia la existencia?

¿Y si uno pudiera convertirse en un vector sobre el que convergen fuerzas simpáticas, esculpiendo la realidad hasta hacerla realidad, no mediante la fuerza contundente y la proyección torpe, sino mediante la gracia elegante de una mente disciplinada?

¿Y si al hacer que la psique sea unipuntual, como el ojo penetrante de un halcón, se pudiera dar rienda suelta a las fuerzas creadoras que subyacen al «azar», cuyo arte y poderío superan con mucho a los nuestros, dejando así al César lo que es del César y dando a Dios lo que es de Dios?