Un ser humano tiene dos mentes: la objetiva y la subjetiva. La mente objetiva es aquella con la que todos estamos familiarizados: la conciencia racional y despierta mediante la cual entramos en contacto con el mundo físico.
Sus medios de percepción son los cinco sentidos físicos.
La mente objetiva podría considerarse sinónimo del concepto oriental de Autoconciencia, o concepto esotérico del «Yo Inferior»: esa personalidad humana que es una proyección del Yo Superior en condiciones materiales con el fin de adquirir experiencia mediante la encarnación.
La mente subjetiva incluye el Subconsciente y la Superconciencia.
Gran parte de la información de la mente Subconsciente es emocional y personal del individuo, pero también contiene la única vía de acceso a esa vasta reserva de poder que yace en el misterioso reino de la Superconciencia, también conocido como Inconsciente Colectivo.
Podemos identificar la mente Subjetiva con el Yo Superior; algunos la han comparado con el Alma basándose en que cuanto más nos acercamos a la muerte, a medida que se suspenden las funciones de la mente objetiva, más fuertes se vuelven las manifestaciones de la mente subjetiva.
Muchas personas en cuidados paliativos, por ejemplo, ven a sus familiares fallecidos hace tiempo e incluso mantienen largas conversaciones con ellos.
La mente subjetiva es la sede de los impulsos emocionales y la intuición, además de ser un almacén de memoria.
La memoria de la mente subjetiva es un registro exhaustivo de los acontecimientos, en lugar de la perspectiva relativamente limitada de la mente despierta.
Mucha información de la que no disponemos en condiciones normales puede extraerse en estados de trance, hipnosis o trabajo de sombras.
La mente subjetiva a menudo «recuerda» detalles e información que la mente consciente ha olvidado hace tiempo, e incluso información que la mente consciente nunca pareció registrar en primer lugar.
Esto sugiere que la mente subjetiva es consciente del entorno físico, pero por medios independientes de los sentidos físicos.
Muchas personas han relatado experiencias extrañas que corroboran esta noción.
Por ejemplo, muchos han tenido la experiencia de despertarse precisamente en el momento en que un ladrón entra en casa o se declara un incendio en otra parte de la casa, aunque no se haya producido ningún ruido, o aunque de ordinario duerman profundamente a pesar de los ruidos más cacofónicos.
También existe la capacidad bien documentada de percibir la mirada de otra persona «a través de la nuca»; la mayoría de las personas que participan en experimentos pueden, de hecho, «sentir» la diferencia entre cuando alguien les mira por detrás y cuando nadie les mira.
La mente subjetiva tiene poderes muy notables, muy superiores a los de la mente objetiva y de un orden diferente.
Sus poderes no están disponibles conscientemente a menos que la mente objetiva se ponga en suspenso, como ocurre, por ejemplo, en el estado de hipnosis o de sonambulismo.
En estos estados, se ha demostrado que la mente subjetiva es capaz de ver sin utilizar los ojos físicos, de realizar transferencias telepáticas y de leer el contenido de sobres sellados o libros cerrados.
Las personas con lesiones medulares o cerebrales que son incapaces de andar o hablar pueden hacerlo a veces en estos estados, y hay muchos ejemplos de lo que suele llamarse poderes clarividentes.
Parece que, mientras que la mente objetiva depende del cerebro y está confinada a él, la mente subjetiva no guarda la misma relación, y puede seguir operativa incluso con una lesión grave de este órgano.
La mente objetiva es una estructura bastante rígida construida sobre los cimientos de la razón y la evidencia de los sentidos.
Es capaz de argumentar racionalmente y es resistente a la sugestión.
Sabe lo que sabe y tiene su razón, que funciona por identificación, definición, distinción, limitación y control.
En cambio, la mente subjetiva es muy susceptible a la sugestión.
Es esta capacidad de sugestión lo que hace que la hipnosis sea posible y eficaz, además de peligrosa.
El subconsciente es totalmente acrítico y obedecerá la sugestión que reciba, sea o no sensata, beneficiosa o coherente con sus creencias conscientes.
Por esta razón -y sobre todo porque el subconsciente gobierna los procesos autonómicos del cuerpo, como la circulación y la digestión-, el subconsciente puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo.
Las sugerencias que se adoptan en la matriz subconsciente pueden marcar la diferencia entre la salud y la enfermedad, entre la autoconfianza y la autodestrucción, entre el éxito y el fracaso.
El subconsciente es la parte conservadora de la mente que nos permite formar hábitos, para bien o para mal.
Si nos nutren y cuidan bien de niños, por ejemplo, el subconsciente puede recibir y luego perpetuar habitualmente la sugestión de que la vida es abundante y de que el amor está en todas partes.
Sin embargo, si sufrimos malos tratos de niños, recibiremos y fomentaremos subconscientemente la sugerencia de que la vida es brutal y que debemos asumir el sufrimiento nosotros solos.
Estas actitudes sutilmente mantenidas hacia la vida afectan drásticamente a nuestra capacidad para crear la vida que queremos.
Es la mente subconsciente la verdadera directora de cualquier actividad mágica o de manifestación, pues la mente subconsciente es el prisma a través del cual brilla la luz de la Superconciencia.
La energía creativa del Superconsciente, esa corriente de suministro infinito que te entrega todo lo que tienes y tendrás jamás, sólo puede ser dirigida por la alineación de una emoción altamente cargada con nuestro deseo.
Si el subconsciente está impreso de cualquier forma que se oponga a la consecución de lo que deseamos, entonces este deseo tardará en manifestarse.
Se puede pensar en el subconsciente como el huevo del que salen los modos superiores de consciencia.
En las prácticas de manifestación, pretendemos galvanizar una carga de nuestra mente subconsciente, provocando una emoción positiva mediante los tipos adecuados de sugestión, afirmación, visualización o mediación.
Cuando hemos elevado el estado emocional y lo hemos alineado con un deseo consciente, nos convertimos en canales de la Superconciencia.
En este estado de receptividad a los poderes superiores, todo lo que deseamos fluye a nuestras vidas.
Los alquimistas simbolizaron este estado del ser con el glifo de Mercurio, que muestra una copa abierta en la parte superior (el agua es el símbolo de la subconciencia) elevada por encima del círculo de la conciencia solar, que es la mente objetiva.
La abertura en la parte superior es exactamente descriptiva de quien ha entrado en el conocimiento que está más allá del pensamiento, ese estado en el que la afluencia de luz de los reinos del más allá puede brillar en la mente consciente, aportando iluminación, tranquilidad y la manifestación de nuestros deseos.
Mary West is a metaphysician, writer, astrologer, and Magician. She teaches her students how to work with astral energy to enhance personal power, growth, productivity, and illumination.