Cuando surgió el proceso científico, de repente pudimos reconocer las causas físicas de las enfermedades y dolencias que padecíamos.
Esto fue muy liberador, porque significó que las enfermedades y dolencias dejaron de ser una fuerza intangible y abstracta, para convertirse en algo que podíamos medir, cuantificar y observar.
Sin embargo, esta nueva capacidad de identificar las causas físicas de nuestras dolencias nos hizo creer erróneamente que esas causas físicas eran las causas profundas de las dolencias, cuando no es así.
Creer que una dolencia comienza con la causa física de esa dolencia es análogo a decir que la canción que estás escuchando en la radio se originó en la radio, cuando en realidad la canción se originó en un ser humano que la escribió, interpretó, grabó y lanzó en un lugar, tiempo y nivel de realidad totalmente distintos.
Del mismo modo, la raíz de una enfermedad no está en las células, las articulaciones, los huesos, las bacterias, la membrana, la sangre o los tejidos de tu cuerpo físico en el momento de su aparición; sus raíces están en un espacio, un tiempo y un nivel de tu ser totalmente distintos, a saber, tu psique.
Es lo que es, ¿o no?
La ciencia y la religión convergen ahora en esta conclusión: la materia es un epifenómeno de la energía.
Estamos sumergidos en campos magnéticos de energía y estos campos dan lugar a la forma del mundo físico que aparece a nuestro alrededor.
Nuestros pensamientos y emociones actúan directamente sobre este campo magnético y determinan su forma.
Como las mareas que fluyen y refluyen en el océano, los campos magnéticos cambian constantemente de forma según nuestros pensamientos y sentimientos dominantes.
El papel de la energía y las emociones en la expresión genética y la curación
Que la materia sea una consecuencia de la energía tiene enormes implicaciones para la curación, y los científicos apenas han empezado a explorar las formas en que nuestras intenciones, creencias y hábitos mentales interactúan con nuestra codificación genética.
Sin embargo, los esoteristas saben desde hace tiempo que la salud no está determinada por la codificación aparentemente estática de nuestro ADN, ni por las métricas cuantitativas de la biología.
Muchas enfermedades que parecen transmitirse por el árbol genealógico, como el Alzheimer, sólo se manifiestan en un individuo después de haber sido «despertadas» por determinados comportamientos.
Y aunque una perspectiva materialista o científica señalaría como causa desencadenantes físicos como la dieta, el alcohol, el tabaco o el consumo de drogas, el catalizador primario es en realidad el estado emocional que subyace a las elecciones destructivas de estilo de vida.
Inducción Armónica: Cómo resuenan las emociones y se manifiestan como enfermedad
Podríamos pensar en la enfermedad en términos de inducción armónica a través de las capas físicas y no físicas de la personalidad.
Cuando suena una campana en un plano, también resuena de forma correspondiente en otros planos del individuo.
Cuando la ira, la pena, la rabia, el juicio, la culpa o el miedo en la mente y el corazón se mantienen durante un periodo de tiempo significativo, este bloqueo acaba reflejándose en el cuerpo como una enfermedad o dolencia física.
Por poner un ejemplo, un acontecimiento traumático puede darnos la impresión de un mundo cruel en el que no somos dignos de amor.
A menudo, el individuo se niega a reconocer o afrontar estos sentimientos.
En lugar de ello, reprime estas emociones en su inconsciente.
Como resultado, esta represión crea un bloqueo energético y un estancamiento.
Este bloqueo puede manifestarse primero en determinados patrones mentales o emocionales, como el deseo compulsivo de parecer superior a los demás.
El individuo permanece completamente inconsciente de este deseo subconsciente.
Sin embargo, se ve acosado por pensamientos de inseguridad, celos, depresión, codicia, dudas sobre sí mismo, resentimiento, desesperación y desesperanza.
Los bloqueos emocionales ignorados provocan manifestaciones físicas
Si no se trata, este bloqueo energético seguirá progresando.
Con el tiempo, se manifestará de formas cada vez más físicas.
Estas manifestaciones pueden incluir comportamientos compulsivos como beber, fumar, acciones imprudentes o consumo de drogas.
Algunos de estos hábitos pueden provocar aflicciones físicas como heridas, úlceras de estómago, daños en el hígado o cáncer.
Sin embargo, los objetos físicos como el alcohol, las drogas o los coches accidentados no causan directamente estas dolencias.
Los hábitos en sí son el resultado de problemas emocionales más profundos y subyacentes.
Las aflicciones siguen siendo sólo reflejos físicos de la desarmonía en constante metástasis que se origina en el corazón y la mente.
Descodificar tu cuerpo
La mayoría de nosotros tomamos los síntomas físicos como primeros señal de que estamos enfermos, ¡cuando en realidad son la señal final de que estamos enfermos!
Esto ocurre incluso con lo que parecen ser síntomas físicos «accidentes», como caerse de una escalera y romperse un brazo. El plano físico siempre se manifiesta a partir de los reinos más sutiles.
Por eso la medicina moderna no suele tratar eficazmente las enfermedades crónicas. También explica el caso de las personas que parecen estar permanentemente enfermas; incluso cuando se curan con éxito de una enfermedad, aparecen una o dos más casi inmediatamente después. Para rectificar permanentemente cualquier aflicción, debemos curarla, no a nivel del síntoma en el cuerpo, sino a nivel de la causa raíz, en el campo energético.
Comprender el trauma como raíz de la enfermedad
La raíz de toda enfermedad es el trauma.
Para entender esto, debemos ampliar nuestra comprensión de lo que es el trauma.
El trauma, fundamentalmente, es angustia.
Es cualquier experiencia perturbadora que cause agobio al sistema.
Es importante pensar en el trauma de este modo cuando consideramos nuestra infancia, ya que la mayoría de las dolencias tienen su origen en heridas infantiles.
Huellas de la infancia: Cómo los traumas tempranos moldean nuestras vidas
Todos nosotros hemos sido marcados en la infancia por traumas de los que podemos o no ser conscientes, pues lo que es traumático para un niño no es necesariamente lo mismo que lo que es traumático para un adulto. Cuando nace un nuevo bebé, la madre suele retirar su atención para centrarse exclusivamente en el recién nacido.
Puede que no explique cuidadosamente la situación a sus otros hijos.
Como resultado, los hermanos pueden sentirse abandonados, y esta experiencia puede llegar a ser traumática para ellos. O, por ejemplo, cuando los cuidadores o seres queridos que proporcionaban estabilidad se mudan repentinamente lejos, esto puede ser traumático.
Cuando se reprende duramente a un niño por expresarse sin una explicación adecuada y proporcionada sobre por qué el momento o el entorno son inapropiados para esta actividad, esto puede ser traumático.
Heridas sin cicatrizar: La influencia invisible del trauma infantil
Estas heridas permanecen activas en nuestro interior hasta que se integran, aunque nuestras mentes lógicas y adultas no crean que esas experiencias sean tan malas como para «hacernos» daño.
Lo que importa es que el impacto en el momento se produjo fue abrumadora para la mente y la personalidad en desarrollo del niño, y esta herida indujo ciertas creencias subconscientes, pautas emocionales y compulsiones crónicas que gobiernan nuestro comportamiento desde «detrás de las bambalinas», como titiriteros invisibles.
Cuanto más tiempo esté la herida sin curar, más progresará su reflejo en el cuerpo físico, manifestándose finalmente como enfermedad o lesión.
Utilizar la enfermedad como portal hacia la comprensión emocional
Puesto que la dolencia es sólo una ampliación o reflejo de su causa real, es un portal de conocimiento instantáneo sobre el bloqueo mental y emocional que la creó.
Puedes utilizar tu dolencia para discernir información sobre cuál es el problema real y original.
Pregúntate a ti mismo:
- ¿Cómo me hace sentir esta enfermedad o dolencia?
- ¿Cómo me siento al respecto?
- ¿Qué pensamientos me provoca?
- ¿En qué pensaba en el momento de su aparición?
¿Cómo me sentía?
¿Qué me preocupaba?
Es tentador pensar que la enfermedad te hace pensar determinados pensamientos o sentir determinados sentimientos, pero date cuenta de que en realidad es al revés: la enfermedad es en realidad un reflejo o un espejo de esos pensamientos.
Rastrear las dolencias hasta los patrones infantiles para la verdadera curación
En primer lugar, identifica los sentimientos y pensamientos que esta dolencia está activando en ti.
Después, examina tu pasado para encontrar pautas mentales y emocionales similares que existieran antes de que empezara la dolencia.
Puede que incluso descubras estos patrones desde tu infancia.
Esta investigación te proporcionará información inestimable sobre la herida emocional que causa esta aflicción.
Adquirirás una conciencia esencial para comprender la raíz del problema.
Armado con esta conciencia, podrás dar los pasos necesarios para curarla de forma permanente.